Bertrand Wilfredo Valenzuela Rocha Iconografía musical: nuevas luces y perspectivas... I 31
Lima, diciembre de 2021, 5(2), pp. 17-38
Nacida a partir de las praxis compositivas y de interpretación adoptadas en pequeños
centros del norte de Italia, la música policoral que tuvo un desarrollo particularmente
importante en Venecia y Roma se difundió, a lo largo de pocas décadas, por toda Europa,
llegando a arraigarse durante el siglo xvii en Latinoamérica. En cada país, ciudad o
institución, a través de cada compositor que mediaba entre los modelos recibidos y las
exigencias de las tradiciones locales, las técnicas de composición policoral fueron
adoptadas, adaptadas y plasmadas en una multiplicidad asombrosa de maneras. Por tanto,
la policoralidad no constituye un concepto o un fenómeno único, sino que es preciso hablar
de «policoralidades». Igualmente, el estudio de la(s) policoralidad(es) cobra sentido si,
además de los tradicionales enfoques analíticos e historiográfícos, ponemos en relación
este fenómeno musical con los conceptos de «identidad» y «poder». La ampliación, y a la
vez delimitación, del área geográfica estudiada a «Italia, España y Nuevo Mundo» permite
observar el fenómeno a escala global, dentro de un contexto político-cultural articulado
en múltiples realidades locales, y caracterizado por una compleja dinámica de
intercambios, equilibrios, tensiones y conflictos (p. 250).
Producto de esta reciente mirada de la policoralidad aparece una sugerente y novedosa
hipótesis de Geoffrey Baker, que describe Fiorentino (2015). Para el investigador británico, la
policoralidad se habría convertido en una forma de diferenciación cultural, étnica y de estatus
por parte de las instituciones españolas, una vez que las élites indígenas asimilaron y
emplearon la polifonía como un signo de estatus. «De esta manera, la música policoral se
convertiría en el sello que establecería las diferencias entre la cultura musical urbana y la
periférica, entre lo español y lo andino» (p. 255).
Existen diversos aspectos y cualidades en La Coronación que nos permitirían afirmar que la
obra refleja de manera notable esta práctica musical de las capillas musicales durante el
Virreinato peruano. En primer lugar, se tiene un gran número de integrantes que conforman
la capilla, un total de veintiún músicos, entre cantantes e instrumentistas, que era el necesario
para interpretar este tipo de música en la época. Además, la disposición de la capilla en la
obra, dividida en dos grupos situados uno frente al otro, es decir, dos coros de diez integrantes
cada uno, con un director al centro, nos remite a una de las prácticas frecuentes con respecto
al uso del espacio dentro de la policoralidad: la ubicación de los diferentes grupos corales en
diversos lugares de la iglesia, como al lado del altar o en las galerías del órgano. De esta
manera, los coros podían cantar de forma antifonal, alternándose uno y otro a manera de
pregunta y respuesta, o uniéndose todos en los llamados tutti, como ha sido señalado por
Grout y Palisca (2004). Es en este caso, tratándose de dos coros, que podría hablarse de
bicoralidad, que es uno de los estilos policorales más cultivados en América y, concretamente,
en el Virreinato del Perú.
Quizá el aspecto más notable, al hablar de una práctica policoral en el lienzo, sea la presencia
en ambos grupos corales de un instrumento: el arpa. Esta tuvo un rol fundamental en la música
barroca española e hispanoamericana, ya que era el instrumento por excelencia encargado de