Las agrupaciones de negritos y la música de
Navidad en la región Ica
The negritos folk groups and the traditional Christmas music in the region of Ica
Ximena Venero Cruz
1
Universidad Nacional de Música ximena.venero@gmail.com
Introducción
El presente trabajo se basa en la observación y participación en las celebraciones de Navidad,
durante los años 2018 y 2020, en el distrito de El Carmen, provincia de Chincha, región Ica; y,
principalmente, en la fiesta del 6 de enero, día en que se recuerda y festeja el nacimiento de
la Melchorita, en el distrito de Grocio Prado. Asimismo, este estudio se apoya en la revisión de
documentales y bibliografía sobre el tema, aún escasa desde lo estrictamente musical.
1. Descripción de la práctica musical en su contexto
Las agrupaciones de negritos
2
o el hatajo
3
de negritos es una práctica de música, canto
responsorial y baile de zapateo, resultado del fervor religioso alrededor del nacimiento del
Niño Jesús, ocasión en que las agrupaciones le cantan y le bailan. Su elemento musical más
resaltante es el zapateo, uno de los más desarrollados y complejos dentro de las prácticas de
percusión corporal en el Perú. Esta práctica es una tradición que se inculca desde edades muy
tempranas, desde los dos a cuatro años, e implica un compromiso de por vida con la
agrupación, lo que ha favorecido su vigencia. Normalmente son las familias las que se
organizan en agrupaciones y van incorporando a nuevos miembros.
1
. Músico flautista y violinista, aficionada al zapateo afroperuano. Es licenciada en Interpretación en Flauta Dulce por la
Universidad Nacional de Música, donde actualmente es docente de especialidad. Es miembro de la Asociación Suzuki
del Perú. Como violinista integró la Orquesta Sinfónica Juvenil de Cusco y el Ensamble de Instrumentos tradicionales
de la Escuela Nacional Superior de Folklore José María Arguedas. Integró el Taller de Instrumentos Tradicionales
Peruanos de la Universidad Nacional de Música como multiinstrumentista. Actualmente cursa la maestría en Gestión
Cultural en la Universidad de Piura.
2
. Se empleará «agrupaciones de negritos» como sinónimo de «hatajo de negritos», ya que la denominación de esta
expresión musical varía según los espacios en los que se practica. En algunos lugares se denomina «banda de
negritos» o «cuadrilla de negritos», siendo esta última «hatajo de negritos» la denominación más conocida fuera de
la región y la que se usó para el reconocimiento de Unesco en 2019 como patrimonio cultural inmaterial de la
humanidad.
3
. Los cultores de esta práctica musical también se refieren a ella como «atajo».
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Figura 1. Niños y niñas de un hatajo de negritos al final de la fila en el santuario de la Melchorita.
Fuente: fotografía propia.
Cada hatajo o agrupación tiene una organización jerárquica: el violinista es quien más
conocimiento musical tiene y conoce todos los cantos y los momentos en que estos se deben
ejecutar. Luego le sigue el caporal primero o mayor, quien enseña a los participantes sobre las
normas y costumbres de esta tradición y está a cargo de la dirección del baile; es además quien
«bautiza» a los nuevos negritos. Seguidamente, los caporales segundo, tercero y cuarto son
quienes por orden de antigüedad están a cargo de un grupo de negritos para la enseñanza de
los pasos del zapateo y la disciplina. Le siguen los negritos que son los demás bailarines,
conformados por un mínimo de diez participantes. El último lugar es del personaje «el viejo»,
también llamado «abuelo», quien se encarga de mantener alejadas a las personas que se
aglomeran a la agrupación cuando baila, hace bromas con el público y recibe las donaciones
que puedan surgir durante las presentaciones.
Antiguamente, los hatajos estaban conformados únicamente por varones y paulatinamente
han ido integrando a participantes mujeres. De tal modo que en la actualidad hay
agrupaciones mixtas y con participantes de diferentes edades, en las que la mujer ha llegado
a ser guía o caporal.
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Figura 2. Caporales segundos a la cabeza de fila del hatajo en la plaza de El Carmen. Fuente: fotografía
propia.
Las agrupaciones alcanzan una organización a nivel de gestión, pues cada hatajo tiene una
madrina o un padrino, de quien normalmente sale el nombre del hatajo, considerando el
apellido de la familia que apadrina. Los ensayos empiezan entre septiembre y octubre; se
realizan todas las semanas, y suelen hacerse en un lugar facilitado por el padrino o la madrina.
Existe una normativa implícita sobre la asistencia a los ensayos, con la cual se mide el nivel de
compromiso con la agrupación y la devoción al Niño Dios o a la Virgen del Carmen.
Para bailar, los participantes normalmente se disponen en dos, tres o cuatro filas, ubicándose
en orden de tamaño. Los caporales se ubican delante de cada fila para guiar los pasos de
acuerdo con los cantos que propone el caporal primero o mayor y el violinista.
La vestimenta varía sen el rol de cada participante. Los pastores o negritos llevan dos bandas
(banda y contrabanda), cruzadas en el pecho, una gorra tipo corona, un chicotillo y una
campanilla en la mano derecha. El caporal lleva dos hombreras y dos imágenes de corazón en
el pecho, un chicotillo y una campanilla. El abuelo lleva una sola banda, un bastón, un chicotillo
y una máscara de un personaje viejo. El violinista normalmente viste con la misma ropa que
los demás participantes zapateadores-cantores pero sin más accesorios.
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Este vestuario puede variar según las condiciones económicas de cada hatajo; y los colores de
las camisas pueden variar de acuerdo con el gusto y la posibilidad de cada integrante.
Generalmente los negritos bailarines usan camisa blanca, mientras que los caporales usan
camisa de color. Las bandas y las gorras van siempre adornadas con cintas de colores y
espejitos; y el pantalón puede ser blanco al igual que la camisa, o negro cuando la camisa es
de color.
Figura 3. Niños negritos y el viejo, con sus
respectivas vestimentas en el santuario de la
Melchorita. Fuente: fotografía propia.
2. Espacio y tiempo de práctica
Indica Chalena Vásquez (entrevistada por Sonaly Tuesta, 2014) que la denominación de
«negros» viene de «no bautizado», y, en el proceso de la práctica y preparación de los
danzantes, el bautizo es un ritual de iniciación de este compromiso. El bautizo se realiza el 24
de diciembre, acto en que, a manera de parodia, se da a los bautizandos, llamados «pastores»,
un vaso de agua salada con pan remojado o directamente un puñado de sal en la boca, que
debe ser tragado por el pastor, quien está enmascarado. Luego se le echa perfumes y agua
bendita con rosas y se procede a la entrega de su traje.
El 25 de diciembre las agrupaciones visitan a las familias del pueblo que tienen en su casa una
imagen del niño Jesús, ocasión en que se baila y canta en veneración al Niño y los dueños de
la casa ofrecen comida como agradecimiento. El fervor religioso de los bailarines es grande y
el agradecimiento de la casa es proporcional. Cuando el hatajo visita una familia, existe la
creencia de que si el piso de las casa se rompe mientras se zapatea, es señal de buena suerte
y de que habrá abundancia. Solo los zapateadores más experimentados conocen los sonidos
del piso cuando es posible que esto suceda. Las visitas del hatajo se extienden hasta el 27 de
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Figura 4. Negritos de diferentes edades en
la plaza de El Carmen. Fuente: fotografía
propia.
diciembre, fecha en que se celebra a la
Virgen del Carmen, patrona del
distrito del mismo nombre en la
provincia de Chincha. Así culminan las
celebraciones navideñas.
El 6 de enero se reinician los bailes de
negritos, día en que se conmemora el
nacimiento de la Melchorita, una
beata venerada por los chinchanos,
quienes se trasladan al distrito de
Grocio Prado para visitar su santuario.
Los hatajos de diferentes provincias
llegan a este distrito para rendir
fervoroso homenaje a la beata a través
de su música. La plaza se llena de
visitantes al santuario, en cuyo
costado se encuentra una
representación del nacimiento de
Jesús, frente a la cual bailan los
hatajos. Las primeras agrupaciones en llegar tienen más tiempo de baile y canto. Aunque
existe un tiempo determinado para cada agrupación, pueden darse contrapuntos de baile de
zapateo que lo extienden. Cuando esto sucede, la agrupación que está en espera toca sus
campanillas en señal de reclamo. Al concluir esta veneración, los hatajos salen a la plaza del
pueblo donde bailan, cantan y zapatean a manera de demostración para los visitantes del
santuario y se genera un gran espacio para el contrapunto de zapateo entre agrupaciones.
Entre otros espacios de práctica, está la celebración de la Siervita Rosita, que se realiza el 10
de enero en el distrito de Pachacutec, en Ica, donde concurren hatajos de localidades cercanas.
Asimismo, los hatajos pueden cantar y bailar eventualmente en velorios de personas que han
sido cercanas a los zapateadores.
3. Raíces culturales
La práctica de cantar frente a las imágenes de nacimiento (o belenes) es una tradición española
de larga data, que ha sido introducida en diversos lugares del Perú desde la Colonia. Según
Florencio Ferreira (entrevistado por Sonaly Tuesta, 2014), esta práctica tuvo sus inicios en
1909 en la localidad de El Ingenio, en la provincia de Nazca, con la llegada de Juan Aimar
Mayuri, quien trajo consigo a los negritos con violín. Existe también la tradición de las pallas o
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pallitas, que son agrupaciones de mujeres que cantan al Niño Dios en Navidad, práctica que
ha continuado en la tradición iqueña, ya que, tras algunos años de no haberse realizado, hubo
personas que decidieron ponerse a cargo para reactivar la tradición en cada familia o
agrupación. Este es el caso de Elisa Milaní Daza, quien fue guiadora de las pallas.
Este hecho ha cobrado cada vez más importancia para los protagonistas del hatajo, por lo que
hoy existe una consciencia de generar «semilleros» y mantener las tradiciones. En distritos
como Tambo de Mora y Tate, se está reactivando el baile y los cantos a través del trabajo
comunitario con niños desde el colegio.
En cuanto a las raíces musicales, es evidente la presencia andina y africana. Existe similitud del
hatajo con prácticas musicales navideñas de localidades colindantes a Ayacucho y
Huancavelica, que presentan orquestaciones, ritmos y melodías muy parecidas además de que
tienen como principal forma de expresión el zapateo. Por otra parte, la temática de las
canciones refiere al trabajo en el campo, a la esclavitud y a la búsqueda de libertad, entre otras
que hacen referencia a la situación del afrodescendiente de antaño.
4. Instrumentos musicales
En la práctica del hatajo se usa tradicionalmente el violín, la voz, el zapateo y las campanillas.
Una reciente iniciativa de insertar el cajón viene siendo rechazada, ya que se considera que
opaca el sonido percusivo del zapateo.
El violín. Se toca apoyado en el brazo, un poco más abajo del hombro y ubicado de manera
oblicua con el mango hacia abajo. Usualmente, es uno por agrupación, aunque puede
eventualmente haber más de uno. En este instrumento se toca la melodía principal, que es
duplicada por las voces. Por debajo de la melodía suena constantemente un intervalo
armónico más grave, producido en doble cuerda al aire, como nota pedal, durante toda la
ejecución, generando una polifonía de textura homofónica muy particular. La afinación del
instrumento en la mayoría de las agrupaciones no es la convencional, y depende del registro
vocal de los cantores-zapateadores. Usualmente, se transpone a un tono o tono y medio por
debajo de la afinación normal que es mi5, la4, re4, sol3; es decir, se afina en re5, sol4, do4,
fa3, o incluso en do#5, fa#4, si3, mi3, manteniendo el intervalo de quinta descendente entre
cada cuerda, lo que se podría entender como scordatura adecuada para mantener la
sonoridad de la cuerda al aire. El violinista debe conocer la melodía de todas las danzas, pues
la música del violín guía las voces en coro y la estructura del zapateo; es decir, en coordinación
con el caporal, el violinista es el guía musical del hatajo. Para ornamentar el instrumento, se
suelen colocar cintas de colores colgantes en el clavijero o esporádicamente en el arco,
similares a las usadas en el traje de los zapateadores.
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Figuras 5 .Violinista en
el santuario de la Melchorita.
Fuente: fotografía
propia.
La voz. Es el principal elemento
comunicativo del hatajo. El canto es
colectivo, al unísono entre todos los
zapateadores y en frases de respuesta
al canto solístico del caporal. Es
guiada por la melodía del violín y lleva
permanentemente el toque de
campanillas. Las frases cantadas son
alternadas con las secciones del
zapateo.
El zapateo. Si bien la acción de
zapatear puede ser comprendida más
como danza que como expresión musical, en el hatajo cobra un rol principalmente musical por
su implicación sonora y estructural. La música del hatajo sin zapateo no estaría completa, pues
cada uno de los cantos tiene pasos específicos y todos los cantores son simultáneamente
zapateadores. Para la producción del sonido no se usa un tipo especial de zapato, sino que es
la cantidad de participantes y la sincronía de estos las que generan la fuerza sonora al percutir
y rasgar el piso. En este tipo de zapateo se usa la planta del pie, el choque de los talones y, en
menor medida, el rasgueo con la punta. Se denomina zapateo «hacia la tierra» y se ejecuta
accionando los pies con fuerza, a diferencia del zapateo criollo. Los zapateadores comentan
que en tiempos antiguos esta expresión se realizaba sin zapatos y aun así se lograba una
sonoridad amplia.
La campana o campanilla. Es una pequeña campana de sonido agudo que cada participante
lleva en la mano derecha. Se ejecuta sacudiendo rítmicamente de acuerdo con los pasos,
marcando siempre el pulso durante el zapateo y ciertos tiempos fuertes durante el canto. Es
también un instrumento de convocatoria o llamado al grupo.
La disposición de los participantes en el hatajo es específica. Las ubicaciones del mayor, los
guías, el violinista y los zapateadores están establecidas en la tradición para facilitar el
funcionamiento colectivo de los cantos y el zapateo, tanto en un espacio fijo como en el
desplazamiento.
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Figura 6. Hatajo de negritos de Amador Ballumbrosio. El Guayabo, 25 de diciembre de 2015. En la parte
de adelante se ubica la madrina del hatajo; le siguen el violinista junto con los caporales más
experimentados, los caporales de menos experiencia y los negritos en orden de tamaño, dispuestos en
tres filas. Fotografía de Milena Carranza Valcárcel.
5. Características sonoro-musicales
La práctica del hatajo está basada en la devoción religiosa, que se ve impregnada en la
expresión musical. El carácter del canto es «llorado», especialmente en las agrupaciones con
sonoridad andina. De manera similar, el violinista ejecuta pequeños glissandos que aportan a
esta sensación de llanto, la cual se siente más intensa en los grupos que usan afinaciones más
agudas. La sonoridad coral del canto colectivo, en respuesta antifonal a las frases cantadas por
el caporal, depende de la cantidad de cantores, que generalmente es mayoritaria.
Mientras se ejecuta el canto, el zapateo consiste en una marcación rítmica. Se ejecutan pasos
de desplazamiento junto al solo de violín y el toque de las campanillas; luego el zapateo lidera
al aparecer como interludio instrumental, donde los accionamientos o «pasadas» son
complejos en relación con la sección cantada.
El sentido rítmico de los cantos puede ser tanto de subdivisión binaria como ternaria. Los
hatajos de Chincha y sobre todo de El Carmen presentan una subdivisn marcadamente
ternaria. La velocidad del tempo es moderada y suele hacerse más rápida en las «pasadas» de
zapateo más complejas.
Las melodías cantadas generalmente discurren en intervalos de segunda o tercera, con
eventuales saltos de cuarta; abarcan un ámbito melódico de quinta o pueden llegar a una
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séptima. Existen cantos en modo mayor como en menor; sin embargo, en todos los casos está
ausente el uso de la sensible.
Se puede definir tres momentos diferentes del hatajo en función del canto. Primero, el
pasacalle, en el que se ejecutan cantos para desplazarse a las casas donde visitan la imagen
del nacimiento. Le sigue la adoración, en la que se ejecuta el canto para el Niño Jesús, que
puede ser en las casas, en la iglesia o en el santuario de la Melchorita. Y por último, el
contrapunto de zapateo, aquí el canto ya no está presente y los miembros del hatajo asumen
un sentido de competencia de pasadas. La capacidad de improvisación en el zapateo en este
espacio es fundamental.
Figura 7. Un hatajo de El Carmen en el momento de adoración en el santuario de la Melchorita. Fuente:
fotografía propia.
Algunos cantos describen momentos específicos o situaciones de la cotidianeidad, el trabajo
en la hacienda, la adoración u otras. La cantidad de cantos varía entre cada participación del
hatajo y también varía el orden de su ejecución. Al ser una práctica de adoración, los
repertorios más conocidos son los cantos Pascua, Divino, Banquete, Zancudito, Serranita,
Paisanita chinchana, Panalivio, Nochebuena, Despedida, Yugo, Llegada del rey, Adoración al
Niño Jesús, Despedida a la Virgen, Borrachito, Arrullo, entre otros que en la memoria oral van
pasando de generación en generación. El título de algunos cantos corresponde a un momento
específico de la práctica, como el de Nochebuena, que se canta en víspera de navidad y en el
que se realiza el bautizo; o el canto de Adoración, que es específicamente ejecutado frente a
la imagen del Niño Jesús.
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Figura 8. Panalivio. Fuente: Vásquez, 1982.
Figura 9. Serrana vieja. Fuente: Vásquez, 1982.
Conclusiones
La práctica del hatajo de negritos, banda de negritos o cuadrilla de negritos es no solo
herencia africana en el Perú, sino el resultado de la confluencia musical entre lo afro y lo
andino, basada en prácticas de ascendencia hispana. Es hoy un sello identitario de la
población de toda la región de Ica.
La población local ha dado continuidad a la práctica de hatajo y le ha dado visibilidad,
como es el caso de la familia Ballumbrosio. A su vez, ha generado espacios inclusivos,
como es la incorporación de mujeres y la recepción de personas ajenas a la familia cuando
se sienten identificadas y comprometidas con la devoción.
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Las investigaciones que se han realizado son un importante punto de partida para futuros
trabajos con énfasis en la riqueza rítmica de esta práctica, así como en sus implicancias en
la cultura local.
Referencias
Sonaly Tuesta (8 de julio de 2014). Costumbres - Hatajo de negritos - Ica [video]. YouTube.
Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=XA20Jof4orc
Unesco (12 de diciembre de 2019). ‘Hatajo de Negritos’ and ‘Hatajo de Pallitas’ from the
Peruvian south-central coastline [video]. YouTube. Recuperado de: https://www.
youtube.com/watch?v=VGsVGvwVsIY
Vásquez, R. E. (1982). La práctica musical de la población negra en Perú. La Habana: Casa de
las Américas. Recuperado de: http://www.chalenavasquez.com/libro/la-practica-
musical-de-la-poblacion-negra-en-peru-1982/