Jinet Díaz Oré y Dennis Rivas Chaparro
discípulo del maestro Raúl García Zárate, y, una edición de lujo que contiene los primeros arreglos de
música de Ancash en los temples diferentes que se utilizan en esa región”.
Si bien existen publicaciones anteriores de “música tradicional peruana para guitarra sola, arreglos
increíbles, como los de Raúl García Zarate y Manuelcha Prado, que han sido transcritos por otros
músicos, los trabajos de Javier Molina, o los ‘Cuadernos de música peruana’ publicados por Luis Justo
Caballero”, Abel nos dice: “Yo veo que el campo de la guitarra tradicional peruana se está abriendo.
Hay más jóvenes que quieren incursionar e incluso veo un cambio muy positivo en el conservatorio.
Cuando yo era estudiante, era el único que tocaba algo tradicional y había cierto rechazo de lo
académico a lo popular. Antes era mucho más marcado; eso ha ido cambiando. Ahora veo a los jóvenes
estudiantes y escucho a alguien tocar una marinera, un huayno, y lo hacen muy bien, lo hacen sin
ningún tipo de prejuicios, se está rompiendo aquello. El campo se está expandiendo con nuevos
talentos, hay gente que tiene sus arreglos, muy buenos, pero los reparten restringidamente a sus
alumnos; sería bueno rescatar estos trabajos para publicarlos y así enriquecer el catálogo de la música
peruana”.
Es en este panorama que se inscribe el libro “Guitarra cajamarquina de concierto”, el cual necesitó
de un cuidadoso proceso de investigación que llevó a Abel Velásquez a viajar por Cajamarca y tocar
con diferentes grupos de música popular. En este proceso nos cuenta: “el primer desafío fue encontrar
un referente estilístico que sirva de ejemplo. En Cajamarca hay muy buenos guitarristas, existe un
maestro que toca muy bien, hace música de Cajamarca, pero con un estilo muy personal porque
interpreta la música cajamarquina con recursos técnicos de la música de Ayacucho. No se podría llamar
un estilo de guitarra tradicional cajamarquina propiamente, no es un referente. Entonces empezó la
búsqueda”.
Como resultado de la búsqueda de un estilo cajamarquino, el maestro sintetiza: se trata de
“mantener la melodía, mantener la voz cantante y darle la rítmica propia cajamarquina. En Cajamarca
no hay instrumentos armónicos que acompañen, el único que se usa es la guitarra, pero no tenemos,
como en Puno por ejemplo, un guitarrón que nos dé un bajo o, como en Ayacucho, un arpa que nos
indique un ritmo propio del bajo. Lo que me sirvió de referente de la rítmica de la música cajamarquina,
en cuestión de acompañamiento, fue el ritmo de la caja cajamarquina que tocaba el indio Mayta [...]
En Cajamarca la rítmica es particular, la caja o tambor se golpea en ritmo de saltillos consecutivos, sin
embargo se inserta entre los dos golpes de cada saltillo un golpe en el aro del tambor, el que se percibe
como sonido agudo. Es decir que los tres golpes producen una galopa cuya parte fuerte es un sonido
grave, producido en la membrana, el contratiempo de corchea es un sonido agudo, producido en el
aro, y la última semicorchea es nuevamente un sonido grave producido en la membrana, éste patrón
se toca consecutivamente y es la característica de la música cajamarquina. El sonido del aro se percibe
como una voz independiente, que es un contratiempo permanente y agudo; esta característica rítmica
he tomado para la guitarra solista, entonces, los arreglos ya tenían la melodía, el toque agudo y
también el bajo. Pero Cajamarca tiene algo más, en el campo utilizan frecuentemente el temple
galindo que es una afinación solo para rasguear, muy particular y diferente a todas las afinaciones del
Perú. Mi estilo es tradicional, cajamarquino, pero el hecho de tener la formación académica me
permitió estilizar ese rasgueo. Entonces logré un estilo que me permite tener la voz cantante, tener
un rasgueo permanente de ritmo y a la vez el bajo. Es la mezcla de los tres. [...]”.
Con respecto a los arreglos Abel resalta: “ [empleo] golpes en la madera, trato de imitar los cantos
del campesino en las cuerdas, los trinos y efectos percutivos con el pulgar como el chasquido en las
cuerdas bajas. Efectos que ya se han utilizado pero que yo los volcaba al estilo que quería hacer. El
huayno ayacuchano es más elaborado y la música cajamarquina es más monótona, por ello tenía que
enriquecerla. Por ejemplo, en algunos de mis arreglos, llevo la melodía a la octava baja y de ahí la
regreso, que también es típico de la música ayacuchana. Y en la elección del repertorio, tuve que tomar
una decisión: coger los temas más representativos de Cajamarca para llegar a la gente con mi
repertorio, ese fue mi criterio. Es bueno aclarar que la música que yo hago es música mestiza, urbana,
no música campesina”.
Abel recibió críticas hasta llegar a una aceptación que actualmente se ha hecho mayor en el círculo
musical. Un hecho curioso es que los mismos pobladores de Cajamarca fueron en un inicio reacios a
su música, sin embargo, como él mismo dice, se trataba de un “público estándar, pues el boom fue
para los músicos de Cajamarca”. Y agrega: “he tenido muchos problemas con el Instituto de Cultura