
66 I ANTEC Revista Peruana de Investigación Musical
Lima, diciembre de 2022, 6 (2), pp.64-69
En un sentido amplio, la definición de algoritmo tiene elementos en común con lo
propuesto por Loy. Según el Diccionario de la Real Academia Española, un algoritmo
es un “conjunto ordenado y finito de operaciones que permite hallar la solución de
un problema”. La definición propuesta por el Diccionario Oxford es similar en cuanto
a los elementos esenciales; define a un algoritmo como un “conjunto ordenado de
operaciones sistemáticas que permite hacer un cálculo y hallar la solución de un
tipo de problemas”. Ambas definiciones concuerdan en que un algoritmo implica la
existencia de un conjunto de pasos ordenados para lograr un objetivo específico o
solucionar un problema. Considerando nuevamente la definición de Loy, se podría
decir que el output es una obra musical (en sentido general) y el input y la serie de
pasos finitos para obtener un resultado, estarían conformados por las decisiones
sistemáticas tomadas por el compositor durante el proceso compositivo.
La definición clásica de algoritmo reconoce, asimismo, su carácter determinista
(i.e. siempre llega al mismo resultado) o que éste debe terminar luego de haber
encontrado la solución al problema o de haber agotado la serie de operaciones
establecidas. Esta definición no es del todo aplicable a la composición musical,
donde algunos sistemas algorítmicos generan un output indefinido, y otros no son
deterministas, ya que están basados en criterios probabilísticos y nunca arrojan
resultados idénticos. Teniendo en cuenta las mencionadas definiciones, podría
decirse que la composición algorítmica es, en general, un proceso formalizable y
abstracto para la generación de material musical.
Partiendo de esas conclusiones, podríamos indicar que los seres humanos, vivimos
en un mundo algorítmico, donde la necesidad de encontrar soluciones a problemas
parece no detenerse. ¿Toda actividad humana es algorítmica?
Tanto las tareas cotidianas simples como las muy complejas, todas, podrían
condensarse en un algoritmo. En otras palabras, reducirse a una serie de pasos
secuenciales a seguir para conseguir el resultado deseado. Hacer el mate de la
mañana no es otra cosa que un procedimiento algorítmico complejo. Veamos: el
problema es preparar un mate. Para conseguir este objetivo, los pasos a seguir
podrían ser los siguientes: primero caliento el agua, luego –antes de que ésta hierva–
la retiro del fuego. Inmediatamente después lleno con 2/3 de yerba el mate para luego
verter en él unos 50 mililitros de agua fría (el propósito de esta es no quemar la yerba
con el servido inicial del agua caliente). Una vez lista la yerba, procedo a introducir
la bombilla muy cerca de la cara interna de mate mismo hasta llegar con ella a tocar
el fondo. Ya preparado el equipo, el agua caliente se vierte directamente sobre la
bombilla. Este último paso es vital para que la yerba dentro del mate se humedezca
en forma uniforme desde abajo hacia arriba y no al revés. Si bien uno podría cebar el
mismo mate ad-infinitum, el proceso iterativo termina (o debería darse por terminado)
cuando el cebador percibe que la mayoría de los componentes de la yerba flotan en la
superficie, produciendo una escisión en tres capas muy notorias (yerba, agua, yerba).