
76 I ANTEC Revista Peruana de Investigación Musical
Lima, diciembre de 2022, 6 (2), pp.70-83
En la portada aparece en primer plano Pastorita Huaracina, con un tipo de
representación de la mujer andina. La imagen une lo andino con lo incaico a través
del vestuario. Lo incaico se hace presente dentro del discurso visual para reforzar
la idea del huayno como reliquia que ha sobrevivido a pesar del tiempo. Este primer
ejemplo demuestra que, en un objeto musical como el disco, la portada no puede ser
asumida solo como una fotografía o una imagen al azar. Por el contrario, desarrolla
un imaginario que respalda el material sonoro contenido en el disco y en especial
representa la forma en que, para 1960, todavía era imaginado el mundo andino.
Esta portada es la materialidad de diversos discursos sobre la música andina que
conviven en un mismo espacio. A través de la imagen se narra una ficción repetida
para la comprensión de la música andina. Esta narración se va a definir a partir de
la experiencia de un grupo humano. La ficción de la imagen, según Ranciere, nos
confronta con la construcción de un contexto en el que se percibe la coexistencia
de los sujetos; por lo tanto, produce un sentido de realidad (Ranciere, 2018, p.13).
Los discursos sobre lo andino no necesariamente representan al sujeto que habita
el espacio geográfico asumido como la sierra peruana, ni representa fielmente sus
prácticas musicales. Sin embargo, la narrativa sobre la música andina propuesta
por la disquera es asumida como verdad. La portada no es solo una fotografía, sino
la expresión de un discurso sobre la música andina que atraviesa el disco y que al
mismo tiempo se ve atravesada por el arte visual nacional, en un diálogo visual que
se representa en la música nacional desde el siglo xix.
Al revisar la portada se encuentran diversos discursos en cada plano de exposición.
Pastorita Huaracina, en primer plano, representa a la mujer andina, la nueva voz
del huayno y por ende la voz de aquella reliquia musical del mundo incaico. La
cantante mantiene una relación visual con ese espacio pasado, representado en su
vestimenta cusqueña, alejada de su origen ancashino. La Pastorita Huaracina luce
un traje cusqueño, de perfectas líneas y figuras geométricas, representando alegría
a través de una sonrisa, incluso cuando muchos de los huaynos interpretados
en el disco hablan de dolor, desamor y abandono. En segundo plano el conjunto
musical que acompaña a la cantante, que según Elizabeth Den Otter, puede ser
considerado un ensamble de cuerdas, conformado por violín, guitarra, mandolina,
arpa y concertina. Es tradicional en Ancash que estos conjuntos cuenten hasta
con siete músicos y una cantante y suelen participar en eventos religiosos, fiestas
patronales, festividades privadas como bodas o eventos públicos en el Callejón de
Huaylas (Den Otter, 1985, p. 115). A diferencia de Pastorita Huaracina, los músicos
e instrumentos sí representan visualmente a la música regional de Ancash por los
instrumentos y los trajes que llevan puestos.
Por último, el tercer plano de la fotografía incluye un paisaje considerado natural,
campestre y rural. Las montañas de fondo, el pasto, pueden remitirnos a un espacio
de la sierra de Lima, pero no necesariamente es la presentación de un espacio