Lima, junio de 2024, 7(1), pp. 243-245
Daniel Dorival García
Universidad Nacional de Música
Lima, Perú
En el vivo panorama cultural cusqueño de los últimos treinta años del siglo XX y los primeros del XXI, destaca Abel Rozas Aragón como uno de sus más notables protagonistas. Su carrera reúne múltiples facetas: músico instrumentista, director coral, docente, gestor, comentarista y periodista cultural, siendo reconocido en todas ellas. Autor de El himno del Cusco (1992), una cuidadosa investigación acerca de la composición de Luis Nieto y Roberto Ojeda, Rozas es además director editorial de la Antología de la música cusqueña: siglos XIX y XX (1985), una voluminosa recopilación de música de la ciudad imperial, que es uno de los hitos de la edición musical en el Perú. En Miscelánea Cultural del Cusco (2022), Rozas presenta una amplia selección de sus propios textos realizados a lo largo de su carrera, entre 1966 y 2022.
Encabezan esta publicación unas Palabras preliminares del musicólogo peruano Aurelio Tello, testimonio de amistad y reconocimiento. Sigue A guisa de prólogo, escrito por Rozas para esta edición. Se trata de una amplia semblanza autobiográfica de 75 páginas, relatada cronológicamente, que revela una intensa actividad artística y en la gestión pública. Comienza en la "casita de San Blas", donde Rozas experimenta en el seno familiar las primeras inquietudes intelectuales y artísticas que conducirán su devenir.
Una enumeración de algunas de las instituciones que menciona nos da un atisbo de su labor: el Colegio Salesiano, la Escuela Regional de Música “Leandro Alviña” —hoy Instituto Superior—, la Asociación Orquestal Cusco, el Coro Polifónico Cusco, la Asociación Coral Inti, la Escuela Nacional de Música —luego Conservatorio y hoy Universidad—, la Universidad Nacional de San Antonio Abad, la Asociación Folklórica Danzas del Tawantisuyo, el Teatro Experimental Universitario del Cusco, el Instituto Interamericano de Educación Musical, el Sindicato Departamental de Músicos del Cusco, la Camerata Cusco, la Municipalidad del Cusco, el Consejo Nacional Académico de Instituciones de Educación Superior Musical del Perú, el Consejo Regional del Cusco y la Agrupación Cultural Rijcháriy Wayna.
Dentro de este panorama, transita un gran paisaje humano descrito por el autor, lleno de nombres y recuerdos de maestros, músicos, artistas, colegas, gestores y políticos. Y aunque su recorrido incluye sendos viajes a Lima y Santiago de Chile, la protagonista sin duda es Cusco, la ciudad que lo vio nacer en 1950. En su relato, una etapa de su vida emerge en ocasiones como una particular variación musical en medio de la obra que es su vida, evocando así su personal significado.
Es esta semblanza vital la que vertebra la recopilación y el orden de los textos que están a continuación, que han sido escogidos, revisados y editados por el mismo autor. Las fuentes de estos textos son muy diversas, distinguiéndose las notas para programas de conciertos —tipificadas por el autor como “presentaciones”—, y los “artículos”, entre los que se hallan revistas de variada índole —escolares, institucionales, académicas—, textos conmemorativos, extractos de libros, discursos, ponencias, artículos y crónicas periodísticas de medios cusqueños. Cada uno de los textos incluye la mención de la fuente original, además de varias notas al pie ofreciendo información complementaria. Acompañan además numerosas fotografías, varias de ellas “incluidas sólo para la presente edición”, que ilustran el contenido.
Corresponden a estos textos una diversidad de temáticas desarrolladas; señalemos aquí sólo unas cuantas de ellas. Algunas de las “presentaciones” revelan la dinámica actividad coral desarrollada en el Cusco, con conciertos de abono, festivales y publicaciones. Esta actividad, según el autor, fue impulsada en la década de 1960 por el músico cochabambino Antonio Ibáñez Rodríguez. Rozas hallaría así una de sus vocaciones, al estudiar dirección coral en la Escuela Nacional de Música, donde se unió a una generación que impulsaría intensamente la actividad coral a través de festivales, talleres y publicaciones, propiciando así lo que él considera como una "singular época de efervescencia de canto comunitario" (p. 35) entre las décadas de 1970 y 1980.
Dedicados a personas y artistas que han dejado huella en el Cusco, varios textos aúnan la investigación con el testimonio, ya sea de la pesquisa o del recuerdo. Hay notas sobre José Castro Miranda, Leandro Alviña, Antonio Ibáñez Rodríguez, Julio Benavente, Armando Guevara Ochoa y Hugo Bonet Rodríguez. Incluye además notas dedicadas a su hermano David Rozas Aragón, un consumado músico y compositor, y a su padre Pedro Damián Rozas Zurita, responsable de la Adoración de los Reyes Magos de San Blas.
Justamente al referirse a esta Adoración, o al contemporáneo Inti Raymi en otro texto, Rozas reflexiona sobre estas tradiciones modernas, de carácter evocativo, arraigo identitario y en constante transformación. Así, el autor comparte su experiencia en 1980 como parte de la “Dirección Colegiada” creada por la Municipalidad que se dedicó a la elaboración conjunta de un revisado “guion/libreto” de dicha ceremonia, donde además se encargó de la composición de su música actual.
Atraviesa este libro la constante reflexión de Rozas sobre considerarse un cusqueñista, que reconoce en su identidad lo milenario de su cultura, pero asimismo abrazando plenamente la modernidad. Por ejemplo, al describir su vocación, dice que constató que “lo mío definitivamente era lo académico musical, universal o mejor aún cusqueño” (p. 30). Refiriéndose al legado del compositor Armando Guevara Ochoa, considera que es muestra del “sincretismo cultural i simbiosis musical [...] i que hoy impele al cusqueño a ser partícipe de la cultura universal con derecho propio, sin renunciar a lo suyo” (p. 154). Finalmente, al evocar una audición en 2018 de la Missa Andina de Alejandro Núñez Allauca, Rozas dice: “nos resumía lo que somos, sobre todo los qosqorunas: amalgama de dos culturas, pero siempre sobre base andina, americana, inca...” (p. 419).
A través de sus diversos textos recopilados, Miscelánea Cultural del Cusco ofrece un panorama de la trayectoria vital del cusqueño Abel Rozas Aragón, destacando la generosa semblanza introductoria escrita para la ocasión que articula a los demás textos, dotándoles de “carácter autobiográfico y existencial, a manera de una crónica palpitante” (p. 91). La actividad intelectual y la artística de Rozas se encuentran felizmente en sus páginas, dejando testimonio no sólo de la investigación y la reflexión del autor, sino también de su rica travesía musical y creativa. Y sobre todo, el libro recoge protagonistas, instituciones y hechos poco conocidos de la historia musical de una de las ciudades más importantes de América, el Cusco.