54 I ANTEC Revista Peruana de Investigación Musical
Lima, diciembre de 2021, 5(2), pp. 41-63
del hogar gracias a su tamaño y fácil manejo (más barato que un piano incluso), sino también
por su uso profesional e indispensable dentro de cualquier orquesta grande o pequeña. En los
dos primeros años de vida de la Academia aún no se reflejaba esta preferencia por el violín,
ya que las estudiantes representaban casi el doble de sus pares. A partir de 1913 se da un giro
de tuerca y se equiparan las cantidades de estudiantes, respecto al sexo, en este curso, que
iba de la mano con el incremento general de los matriculados. En 1915, se da una leve caída
del total de estudiantes debido a la crisis que padeció la institución, con lo cual se amplió un
poco la brecha entre mujeres y hombres. En 1917, con el fortalecimiento de la Academia
Nacional de Música y Declamación y gracias a cierta estabilidad en sus arcas, la realidad de la
profesionalización musical atrajo a un gran número de jóvenes que se dedicaron a estudiar
instrumentos de orquesta. El violín pasó a ser un instrumento masculino cuando la demanda
superó el 60 % del total de estudiantes.
Lo mismo sucedería con otros instrumentos musicales como el violonchelo (ver figura 4). En
1910 la única estudiante matriculada en el curso fue Rosa Sansarricq, quien obtuvo muy
buenas calificaciones (ANM, 1910). En 1913, la alumna no figura en la nómina de estudiantes
ni en el cuadro de promedios, mas sí en el programa de una de las seis soirées musicales —en
las que participaban los estudiantes de la Academia—, en el que se menciona que la alumna
cursaba el tercer año. Juana Martorel, quien la acompañaba en una pieza del concierto, sí se
encontraba inscrita en la nómina como única alumna del segundo grado de Violonchelo,
aunque dejó de dar los exámenes. En 1915, no se registró ningún alumno por vacancia del
profesor del curso, Eric Schubert (MJICB, 1914, pp. 71-80; 1916, pp. 410418). En 1917, solo
hay registro de un alumno en el cuadro de promedios y ninguna alumna (ANM, 1917).
Respecto a los otros instrumentos, ese mismo año aumentó a 40 el total de estudiantes de
clarinete, fagot, oboe, contrabajo, corno, pistón y trombón, entre los cuales los varones fueron
mayoría absoluta. Un punto a resaltar es que, con base en lo dicho por Green (2001) sobre la
exhibición del cuerpo de las intérpretes, el violonchelo y el contrabajo, como instrumentos
grandes y pesados, ocultaban la delicada figura femenina de corsé y vestido largo. Además,
las condicionaban a usar la fuerza para ejecutarlos, «masculinizándolas» de alguna manera.
Esto podría explicar la gran dificultad que tenían algunas para continuar con un instrumento
de este tipo.
La composición de la comunidad estudiantil determinó algunos cambios en la enseñanza por
sexos. Debido a la gran cantidad de mujeres frente a los pocos varones y a la escasez de
personal docente en 1910, se les tuvo que agrupar en las mismas clases con los mismos
profesores, incluso en las de instrumentos, a pesar de que estas eran más personalizadas. Si
bien no fue usual que alumnas y alumnos mayores de 15 años compartieran espacios —pues
en los colegios tanto varones como mujeres tenían una educación diferenciada en materias
de estudio y locales—, la presencia de los profesores y la predominancia femenina aseguraron
el correcto desenvolvimiento dentro del aula. Esto tal vez alivió a los padres que preferían que
sus hijas no tuvieran que enfrentarse a un ambiente hostil dominado por hombres, como
sucedía en los campus universitarios.