el texto base de Falsía. De este modo, podemos darnos cuenta cómo continúa, a través de los
años y de las producciones (tanto literarias como musicales o literario-musicales) el diálogo
entre dos culturas y dos ciudades, la letrada y la cantada.
En la segunda unidad comprensiva, el narrador-personaje nos presenta al sujeto protagonista
de sus desgracias: el hombre (verso 9). La posición del cantor permite ver la presencia de dos
individuos enfrentados entre sí en un mismo espacio. Dos sujetos totalmente contrapuestos
y divididos por su situación económica, social o cultural. No obstante, después de esta parte, a
nuestros dos sujetos se le suma otro. Estos sujetos que encontramos en la interpretación N.°
1 son: a) el yo poético o yo cantor, quien padece de injusticias y representa al sujeto migrante;
b) el hombre, quien tiene la etiqueta de tirano, la representación de muchos humanos
causantes del infortunio del otro; y c) la Iglesia, aquella mediadora y encargada de hacer
justicia sin distinción de clases sociales. En esta línea, podemos mencionar que el migrante,
al trasladarse sobre “fronteras culturales y lingüísticas realiza dos acciones de importancia:
pone en foco las diferencias —las que ve y las que deja ver— y pone en situación de discurso
esas y otras diferencias (las interiores, las que demarcan una identidad quebrada)” (Bueno,
2004, p. 57).
Ahora quisiera centrar mi atención en la cuarta, quinta y sexta unidad comprensiva, donde el
yo poético se sumerge en una despedida dolorosa que hiere “en el alma y el corazón” (verso
21) por el abandono inevitable de dejar el terruño donde está asentado. Estas unidades
comprensivas se desenvuelven alrededor de un eje temático signicativo: el desarraigo. La
ruptura de las raíces culturales o sociales repercute en la vida emocional de los individuos
y grupos sociales, la cual es manifestada a través de un producto discursivo musical. “En
el cancionero quechua abundan expresiones de desarraigo que casi siempre tienen que ver
con la migración a la ciudad” (Cornejo, 1996, p. 839). Sin duda, este desarraigo o separación
conlleva a un proceso de duelo, donde se reconoce la pérdida de relaciones interpersonales,
lazos familiares, amicales o amorosos. A partir del verso 26, donde comienza la declaratoria
de la despedida, se hace un llamado a un amante, otro sujeto que se posiciona, quizás, en su
misma condición, pero que no lo acompañará en el trajín de la partida. Entonces, ocurre un
doble desgarramiento, ya que el yo cantor no solo se despide de su tierra, también lo hace
del amor hacia otra persona.
En el verso 27 menciona “a tierras lejanas hoy me retiro”. El yo cantor es sumamente
transparente cuando se reere a la lejanía de la tierra a donde parte, pues, aunque no sea
demográcamente, se insertará, en lo simbólico, en otro mundo donde ni siquiera tiene la
certeza de no estar invadido de nuevo por el “valle de falsedades”, sinónimo de su infortunio.
Aunque no se haya ido aún, observamos que el sujeto migrante ya se está posicionando a
través de dos espacios “dos mundos de cierta manera antagónicos por sus valencias: el ayer
y el allá, de un lado, y el hoy y el aquí, de otro…” (Cornejo, 2003, p. 192). Finalmente, el yo
poético nos está enunciando en los versos 28 y 29, “Entre tantas injusticias / mi vida no
puede sobrevivir”, que ni siquiera tiene la posibilidad de quedarse en su terruño, porque
si lo hace, probablemente su vida, que ya es una falsedad, termine con la totalidad de su
28 I ANTEC Revista Peruana de Investigación Musical
Lima, julio de 2022, 6(1), pp. 17-46