78 I ANTEC Revista Peruana de Investigación Musical
Lima, diciembre de 2022, 6 (2), pp.70-83
sino que sus creaciones visuales se vieron plasmadas en los diversos objetos
musicales, a tal grado que, incluso en 1960, esta imagen se mantenía constante. La
relación entre las representaciones visual y sonora es parte de una forma de dar
significado al sujeto andino desde un punto de enunciación que no lo incluye de
forma directa en la construcción de este significado. Como señala Cecilia Méndez,
en la república el indio es representado como un sujeto triste y desconfiado y se
convierte en un concepto genérico que alude a una geografía inequívoca que es
la sierra andina (Méndez, 2011, p. 85). El espacio y la producción andina, imagen y
música, como elementos que se han preservado por su lejanía.
La portada del disco La Pastorita Huaracina, un breve ejemplo elegido para este
artículo, encuentra su correlato en una fotografía de inicios del siglo XX. Lejos de
ser una creación estética del sello Virrey, es al fin y al cabo la continuación de un
discurso decimonónico. Por ejemplo, al revisar la fotografía de tópico cuzqueño de
Max. T. Vargas. La producción fotográfica de Vargas en la ciudad del Cusco tiene
lugar en 1897, casi diez años después del “Discurso en el Politeama” de González
Prada en el que se plasmó la problemática del indio. El trabajo visual de Vargas no
dialoga con el ideario de modernidad surgido tras el discurso de González Prada,
por el contrario, relaciona al sujeto andino con la piedra, con el monumento inca,
pero no con el espacio colonial que suele aparecer vacío. Sesenta años después,
esta relación se repite en el disco La Pastorita Huaracina a través de la relación
del huayno con la reliquia, de los mensajes visuales relacionados al Cusco y su
ubicación en un espacio natural lejos de una posible urbanidad. Tanto la portada
de La Pastorita Huaracina como la fotografía de Vargas muestran a un sujeto andino
que pertenece solo a la sierra andina, junto al espacio arqueológico, generando una
simbiosis visual entre el indio y la piedra y el paisaje natural, la cuna del huayno.
Otra invención visual de Vargas es la vista de la ciudad del Cusco hecha entre
el follaje, desde una ladera cercana. Se trata de una imagen fotográfica con
visión romántica y estética pictórica que nos muestra solo una fracción de la
ciudad desde la lejanía y a través de las hojas. El observador tiene la impresión
de estar descubriendo, algo idílica e inocentemente, la presencia de una ciudad
caracterizada por su arquitectura histórica, en medio de la naturaleza propia de
un contexto rural (Villacorta Chávez y Garay Albújar, 2017, p. 23).
Tanto la fotografía de Vargas como el disco La Pastorita Huaracina, representan a
un hombre andino enclaustrado dentro de un espacio territorial delimitado, alejado
de la costa, que no se mezcla con el espacio urbano, sino que debe ser rescatado,
preservado, de la misma forma que su expresión musical. La fotografía significó la
consciencia de la representación, que impuso códigos generales de la forma en que
los sujetos se mostraban (Poole, 2000). La decencia como muestra de la modernidad
se evidenciaba en las fotos de estudio de fines del siglo XIX o en la representación
de nuevos espacios musicales, como con la música criolla. En cambio, el mundo
andino sigue relacionado a un pasado que el imaginario republicano enlaza con un